Comience el día con un desayuno caliente
La avena, la tortilla, la sopa o las tostadas calientes ayudan a entrar en calor y a evitar los ataques de hambre durante el día.
Beba agua tibia o té
En invierno solemos beber menos, pero la sed suele confundirse con el hambre. El agua tibia ayuda a reducir el apetito y a mantener el metabolismo.
Llene su plato con verduras
Añada verduras guisadas, al horno o frescas a cada comida. Contienen fibra que sacia rápidamente.
Elija carbohidratos complejos
El trigo sarraceno, la avena, la quinoa y la cebada aportan energía prolongada sin provocar picos de hambre repentinos.
Tenga a mano refrigerios saludables
Frutos secos, yogur, frutas, hummus con verduras. Así evitará recurrir a los dulces o a la comida rápida.
Evite el hambre emocional
En invierno a menudo queremos darnos un gusto. Antes de comer algo, pregúntese: ¿realmente tengo hambre o solo estoy aburrido, con frío o estresado?
No coma frente a una pantalla
El teléfono, la televisión o el ordenador distraen y no se da cuenta de cuánto ha comido. Intente comer tranquilo en la mesa. Esto ayuda a controlar las porciones.
Prepare platos calientes pero ligeros
Sopas de verduras, verduras guisadas, pescado. Calientan sin sobrecargar el estómago.
Planifique el menú con antelación
Cuando sabe lo que va a comer durante el día, es menos probable que coma de más o tome algo innecesario.
Manténgase activo
Caminatas, entrenamientos ligeros, yoga. La actividad reduce el estrés y, por lo tanto, la ansiedad por comer.
